Poetas Muertos
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No se hace uno viejo por haber vivido muchos años,
se hace uno viejo por haber defraudado su ideal.
Gral. MacArthur

sábado, 26 de junio de 2021

EL HUNDIMIENTO DE LA CASA HUSER XIX




NARRACIONES EXTRAORDINARIAS


Había llegado a esa parte tan conocida de la historia en que Ethelredo, el héroe de Trist, habiendo intentado en vano por pacíficos procedimientos penetrar en la morada del ermitaño, decidí entrar por la fuerza. Debe recordarse que las palabras del cuento son como sigue: 

"Y Ethelredo, que era por naturaleza de valeroso corazón, y que estaba entonces enardecido por la energía del vino que había bebido, no esperó mucho tiempo para poder hablar con el ermitaño, que era de obstinada y maliciosa naturaleza, sino que sintiendo que la lluvia sobre sus hombros y temiendo ser alcanzado por la tempestad, levantó su mazo inmediatamente y con rudos golpes abrió paso a su mano enguantada a través de las maderas de la puerta, y tirando entonces fuertemente de una parte a otra, hizo crujir, rajarse y saltar en astillas todo, de yal modo que el seco y penetrante sonido de la madera se propagó por todo el bosque, sembrando la alarma".


Al final de este párrafo, me detuve sobresaltado, pues me parecía que (aunque inmediatamente supuse que mi excitada imaginación me había engañado) de una parte muy lejana de la casa llegaban confusamente a mis oídos lo que podía haber sido, por su extraña analogía, el eco (ciertamente apagado y sordo) del mismo sonido crujiente y desgarrador que Sir Lancelot había descrito de modo tan particular. Era, sin duda alguna, la única coincidencia que atrajo mi atención, pues en medio del tableteo de las contraventanas y los ruidos que se entremezclaban con la tormenta, el ruido aquel, considerado en sí mismo,, no tenía nada que pudiera interesarme o molestarme. Continué el relato:

"Pero el buen campeón Ethelredo, entrando entonces por la puerta, quedóse tan perplejo como enfurecido al no encontrar ni rastro del malicioso ermitaño. En su lugar se dio de manos a boca con un dragón de apariencia monstruosa, cubierto de escamas y con una lengua de fuego, que se hallaba de guardia delante de un palacio de oro con piso de plata. Del muro colgaba un escudo de bronce con esta leyenda:
 

"Quien entre aquí será un conquistador.

Quien mate al dragón, el escudo ganará"


Ethelredo levantó su mano y golpeó la cabeza del dragón, que cayó ante él, exhalando un pestífero aliento, con un bramido tan horrible, tan áspero y a la vez tan penetrante, que Ethelredo se cubrió sus oídos con las manos para librarse de un terrible ruido que nunca hasta entonces había escuchado.




Al llegar a este punto, volví a detenerme, y esta vez lleno de asombro, pues no podía caber duda de que en aquel instante yo estaba oyendo real y verdaderamente (aunque me fuera imposible determinar en qué dirección provenía) un ruido sordo y aparentemente distante, pero áspero, prolongado y singularmente agudo y penetrante; exacta imitación de lo que mi imaginación había supuesto ser el horrible bramido del dragón descrito por el novelista.

Oprimido como ciertamente lo estaba sobre la casualidad de la segunda y más extraordinaria coincidencia, por mil sensaciones contradictorias, entre las que predominaban el asombro y el terror, tuve, sin embargo, la suficiente presencia de ánimo como para abstenerme de excitar por medio de cualquier observación la sensibilidad nerviosa de mi amigo. Yo no estaba muy seguro de que él hubiera escuchado el sonido en cuestión, aunque, evidentemente, en los últimos minutos, una extraña alteración se había operado en su actitud. Situado frente a mi, había ido girando poco a poco su silla como para sentarse mirando hacia la puerta; de este modo, apenas podía ver sus rasgos, aunque podía ver sus labios temblar con un murmullo irreconocible. Había inclinado la cabeza sobre el pecho, pero yo sabía que no dormía porque el ojo que yo veía de perfil estaba abierto. Además, el movimiento de su cuerpo contradecía esta idea, pues se movía de un lado a otro con un constante y uniforme balanceo. Habiendo observado con rapidez  todo esto, volví a la narración de Sir Lancelot, que proseguía así:

"Después, el campeón, habiéndose escapado de la terrible furia del dragón, recordando la leyenda del escudo de bronce y que el encantamiento que figuraba encima estaba roto, apartó el cadáver de dragón fuera de su camino y se acerco valerosamente por el pavimento de plata del castillo hacia la pared donde estaba el escudo, el cual, sin esperar a que el caballero se le acercara, cayó pesadamente a sus pies sobre el piso de plata, produciéndose un enorme y terrible sonido,,,"




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