EL ESCARABAJO DE ORO II
- ¿Y por qué no esta noche? -pregunté frotandome las manos sobre el fuego, y con el deseo de mandar al demonio a toda la tribu de los escarabajos.
- Ah, si hubiera sabido que venías...! -dijo- Legrand-, pero hace mucho tiempo, y ¿cómp iba a suponer que me visitarías precisamente esta noche...? Al venir a casa me encontré al teniente G..., del fuerte, y he hecho la tontería de dejarle el escarabajo; así será imposible que tu lo puedas ver hasta mañana. Quédate aquí esta noche y ala amanecer mandaré a Júpiter a buscarlo. ¡Es la cosa más hermosa de la creación!
-¿Qué...? ¿El amanecer?
-¡No digas tonterías! El escarabajo. Es de un brillante color de oro, casi del tamaño de una nuez, con dos manchas negras en un extremo de la parte superior y otra algo más grande en la otra parte. La antena es...
- No tiene nada de extraño, massa Will, le aseguro que es un escarabajo de oro macizo, por dentro y por todas partes, salvo en las alas. En mi vida he visto un escarabajo de mayor peso...
- Bien, supongo que tienes razón, Júpiter -replicó Legrand algo más seriamente, al parecer, de lo que el caso requería-, ¿pero es esa una razón para dejar quemar los patos? El color -dijo volviéndose a mi-, desde luego, bastaría para justificar la opinión de Júpiter. Tú nunca has visto un lustre metálico más brillante que el de sus élitros. Pero hasta mañana no pdrás emitir juicio sobre ello. Mientras tanto te puedo dar una idea de su forma.
Diciendo esto se sentó en una pequeña mesa, sobre la cual había pluma y tinta, pero no pael. Lo buscó en un cajón, más no encontró ninguno.
- No importa -dijo finalmente-, esto es suficiente.
Y sacando del bolsillo de su chaleco un trozo de cartulina que me pareció muy sucio y deteriorado hizo sobre él una especie de croquis con la pluma. Mientras tanto, permanecí sentado cerca del fuego porque todavía tenía frío. Cuando el dibujo estuvo acabado me lo alargó sin levantarse. En el momento de cogerlo se oyeron de pronto un fuerte gruñido de perro y arañazos en la puerta. Abrió Júpiter y el perro de Legrand, un gran Terranova, se precipitó en la habitación.sltó sobre mis hombros y me agobió con sus carantoñas, pue yo le había dedicado mucha atención en mis visitas anteriores. Cuando sus cabriolas hubieron cesado, miré el papel y, a decir verdad, me quedé muy sorprendido con lo que mi amigo había dibujado.
- Bien -dije después de contemplarlo durante algunos momentos-, es un escarabajo muy extraño y debo confesar que nuevo para mi; jamás he visto algo parecido, como no sea una calavera, o un cráneo de muerto, que es a lo que se parece más que a ninguna otra cosa que haya caído ante mi vista.
Iggy Pop - Candy
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