DOSTOIEVSKI Y EL QUIJOTE
Para mi sola nació don
Quijote, y yo para él; él supo obrar y yo escribir; solos los dos somos para en
uno, a despecho y pesar del escritor fingido y tordesillesco que se atrevió, o
se ha de atrever, a escribir con pluma de avestruz grosera y mal deliñada las hazañas
de mi valeroso caballero, porque no es carga de sus hombros ni asunto de su
resfriado ingenio; a quien advertirás, si acaso llegas a conocerle, que deje reposar
en la sepultura los cansados y ya podridos huesos de don Quijote, y no le
quiera llevar, contra todos los fueros de la muerte, a Castilla la Vieja;
haciéndole salir de la fuesa donde real y verdaderamente yace tendido de largo
a largo, imposibilitado de hacer tercera jornada y salida nueva; que para hacer
burla de tantas como hicieron tantos andantes caballeros, basta las dos que él
hizo,, tan a gusto y beneplácito de las gentes a cuya noticia llegaron, así en
estos como en los estraños reinos. Y con esto cumplirás con tu cristiana
profesión, aconsejando bien a quien mal te quiere, y yo quedaré satisfecho y
ufano de haber sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente,
como deseaba, pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los
hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que
por las de mi verdadero don Quijote van ya tropezando, y han de caer del todo,
sin duda alguna. Vale.
Amor Verdadero
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