PUERTAS DE FUEGO
I
NOTA HISTÓRICA
En el año 480 a. C., las fuerzas del imperio persa bajo el rey Jerjes, que sumaban entre uno y diez millares de hombres, pasaron el Helesponto y avanzaron por la península griega con intención de ocuparla.
En una desesperada acción para retrasar el avance, se envió una fuerza escogida de trescientos espartanos al paso de las Termópilas, en el norte de Grecia, donde los rocosos límites eran tan estrechos que las fuerzas persas y su caballería quedarían neutralizadas al menos en parte. Se esperaba que en este lugar una fuerza de élite, dispuesta a sarificar su vida, podría mantener a raya al menos unos días a los invasores.
Trescientos espartanos y sus aliados rechazaron a dos millones de hombres durante siete días, antes de que, destrozadas sus armas a causa de la batalla, pelearan <<con uñas y dientes>> (como escribió el historiador Heródoto) y por último fueron vencidos.
Trescientos espartanos y sus aliados rechazaron a dos millones de hombres durante siete días, antes de que, destrozadas sus armas a causa de la batalla, pelearan <<con uñas y dientes>> (como escribió el historiador Heródoto) y por último fueron vencidos.
Murió hasta el último de los espartanos, pero el tiempo que resistieron permitió a los griegos reunirse y, en aqul otoño y primavera, derrotar a los persas en Salamin y Platea e impedir que los principiosde la democracia y la libertad occidentales perecieran en su cuna. En la actualidad hay dos monumentos conmemorativos en las Termópilas. En el moderno, llamado el monumento a Leónidas, en honor al rey espartano que allí cayó, está grabada su respuesta a la petición de Jerjes de que los espartanos depusieran las armas. La respuesta constó de tres palabras <<Ven a buscarlas>>. El segundo monumento, el antiguo, es una sencilla piedra sin adornos con unas palabras del poeta Simónides grabadas en ella. Sus versos constituyen quizá el más famoso de los epitafios guerreros:
Simónides
Ve a decirles a los espartanos,
extrangero que pasas por aquí,
que, obedeciendo a sus leyes,
aquí yacemos.
Aunque el cuerpo entero de espartanos y tespios demostró un estraordinario valor, sin duda el más bravo de todos ellos fue el espartano Dienekes.
Se dice que, en la víspera de la batalla, un tracio le contó que los arqueros persas eran tan numerosos que cuando lanzaban sus andanadas la masa de las flechas ocultaba el sol. Dienekes, sin embargo, en modo alguno intimidado ante la perspectiva, comentó con una carcajada: <<Bien. Así podremos luchar a la sombra>>.
Herodoto
CARROS DE FUEGO
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