NARRACIONES EXTRAORDINARIAS
Edgar Allan Poe
EL HUNDIMIENTO DE LA CASA USHER II
Mientras pensaba en estas cosas, seguí por una corta calzada que conducía a la casa. Un mozo, que aguardaba se hizo cargo de mi caballo y entré bajo la bóveda gótica del vestíbulo. Otro criado de paso silencioso me condujo desde allí, `por varios oscuros e intrincados pasadizos, al estudio de su amo. Mucho de lo que encontré en el camino contribuyó, no sé como, a aumentar los vagos sentimientos de los cuales ya he hablado. Aunque los objetos que me rodeaban -las esculturas de los techos, las oscuras tapicerías de las paredes, la negrura de ébano de los pisos y los fantasmagóricos trofeos heráldicos que traqueteaban a cada pisada -eran para mi cosas a las que yo me había acostumbrado desde pequeño, me quedé sorprendido al comprobar que provocaban en mi ánimo impresiones desacostumbradas. En una de las escaleras me encontré al médico de la familia. Su semblante, pensé, reflejaba una expresión mezcla de baja trapacería y de perplejidad. Se cruzó rápidamente conmigo y pasó de largo. El criado abrió entonces una puerta y me condujo a presencia de su amo.
La habitación en que penetré era muy grande y muy elevada. Las ventanas, largas, estrechas y puntiagudas, estaban a tal distancia del negro piso de roble que resultaban completamente inaccesibles. Débiles rayos de una luz roja atravesaban la vidriera y servían para ver con suficiente claridad los objetos más destacados; los ojos, sin embargo, luchaban en vano por distinguir los rincones de la estancia y el fondo del abovedado y calado techo. Oscuros tapices pendían de las paredes. El mobiliario, en general, era profuso, incómodo, anticuado y ajado por los años. Aquí y allá había diseminados varios libros, así como instrumentos musicales. Sin embargo, aquello no era suficiente para dar vida a la escena. Yo sentía que respiraba una atmósfera penosa. Un aire de severa, profunda e irremisible melancolía se cernía y lo penetraba todo.
Al verme entrar, Usher se levantó de un sofá donde había estado echado y me acogió con una calurosa efusión que se semejaba mucho, según pensé desde el primer momento, a una exagerada cordialidad, al obligado esfuerzo de un hombre hastiado de la vida. Sin embargo, un nuevo vistazo bastó para convencerme de su absoluta sinceridad. Nos sentamos, y durante unos instantes que él guardó silencio le contemplé con un sentimiento mitad de piedad y mitad de pena.. ¡Seguramente ningún hombre había cambiado tan terriblemente y en tan breve tiempo como Roderick Usher! Sólo con mucha dificultad para identificar aquel ser que se hallaba ante mi con el compañero de mis primeros años. El carácter de su rostro siempre había sido notable. Una tez cadavérica con ojos grandes y luminosos más allá de toda comparación; unos labios algo delgados y muy pálidos, pero de una curva sorprendentemente bella; una nariz de fino tipo hebreo, pero con las ventanas nasales de una anchura poco frecuentes en tales formas; una corta calzada que conducía a la casa. Un mozo, que aguardaba se hizo cargo de mi caballo; un pelo de una suavidad y tenuidad como de telaraña; junto con un ordinario ensanchamiento de la frente, formaban toda una cara difícil de olvidar.
Y ahora, en la simple exageración del carácter dominante de aquellas características y de la expresión que solían presentar, había tanto cambio que yo dudaba de la identidad del hombre con el que estaba hablando. La palidez espectral de su rostro y el milagroso lustre de sus ojos eran las cosas que más me sorprendían y aterrorizaban. Además, se había dejado crecer el sedoso cabello con el mayor descuido, y como aquel tejido arácneo flotaba más que caía sobre su cara, yo no podía ni con esfuerzo, relacionar su particular expresión con ninguna idea de simple humanidad.
WHEN A MAN LOVES A WOMAN
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