Poetas Muertos
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No se hace uno viejo por haber vivido muchos años,
se hace uno viejo por haber defraudado su ideal.
Gral. MacArthur

viernes, 28 de mayo de 2021

EL HUNDIMIENTO DE LA CASA USHER III





NARRACIONES EXTRAORDINARIAS

Edgar Allan Poe


EL HUNDIMIENTO DE LA CASA USHER III

Inmediatamente me llamó la atención cierta incoherencia e inconsistencia en sus modales, descubriendo poca después, que aquello provenía de una serie de esfuerzos débiles  y vanos para dominar una vibración habitual, una excesiva agitación nerviosa. De hecho, yo estaba preparado para algo parecido, no tanto por su carta como por sus recuerdos de ciertos detalles de su niñez y por conclusiones deducidas de su peculiar conformación física y temperamento. Su acción era alternativamente apresurada y lenta. Su voz variaba rápidamente de una trémula indecisión (cuando los espíritus  vitales parecen ausentes en absoluto) a esa especie de enérgica concisión, a esa pronunciación brusca, grave, pausad y hueca, a esa cargada y y ondulada pronunciación gutural, perfectamente emitida, que se puede observar en el borracho perdido o en el incorregible tomador de opio, durante los periodos de mayor excitación.


Así fue como me habló del objeto de mi visita, de su ardiente deseo de verme y del consuelo que esperaba de mi. Finalmente entró en lo que él creía ser la naturaleza de su enfermedad. Era, dijo, un mal constitucional y familiar y para el cual desesperaba de encontrar remedio; una simple enfermedad nerviosa, añadió inmediatamente, que sin duda pasaría pronto. Se manifestaba en una serie de  de sensaciones nada naturales, algunas de las cuales según me las contaba, me interesaron y me confundieron; sin embargo, es posible que influyesen en ello los términos y el tono general de la narración. Sufría mucho de una morbosa agudización de los sentidos; los alimentos más insípidos eran los únicos que podía tolerar; solo podía llevar trajes de ciertos tejidos; el olor de las flores le oprimía; la luz más débil torturaba sus ojos; y solamente había peculiares sonidos, y estos de instrumentos de cuerda, que no le inspirasen horror.

Lo encontré esclavizado a los más extraños terrores. "Me moriré -dijo-, me he de morir de esta deplorable locura. Así, así, y no de otra manera moriré. Me asustan los acontecimientos futuros, no por ellos mismos, sino por sus resultados. Tiemblo al pensar en los efectos que cualquier incidente, aun el más trivial, pueda causar en esta intolerable agitación de mi alma. No tengo, en realidad horror al peligro, sino a su absoluto efecto: el terror"
En este estado de enervamiento en este estado lamentable, siento que más tarde o más temprano llegará el momento en que la vida y la razón me abandonarán al mismo tiempo, en alguna lucha contra el horrendo fantasma del Miedo.


Supe , además, a intervalos y por indicaciones parciales y equívocas, otros datos particulares de su situación mental. Estaba conmovido por ciertas impresiones supersticiosas relativas a la casa que habitaba y de la cual hacía mucho tiempo que no se había atrevido a salir, impresiones que se referían a una influencia cuya supuesta fuerza residía en términos demasiado sombríos para ser repetidos aquí; influencia -decía él- que determinadas peculiaridades de la forma y las materias de su casa familiar, debido al largo tiempo transcurrido, haciendo que el estado físico de los muros, de las torres grises y del oscuro lago en el cual se miraban, llegase a conformar o deformar lo que pudiera llamarse la moral de su existencia.

Sin embargo, admitía, aunque con cierta vacilación, que mucho de la peculiar melancolía que le afligía podía atribuirse a un origen más natural y más claro: a la grave y prolongada enfermedad y, por último, a la muerte, evidentemente próxima, de una hermana tiernamente amada, que fue su única compañera durante muchos años y su último y único pariente sobre la tierra. "Su muerte -dijo él- con una amargura que nunca olvidaré-  me dejará débil y desesperado, como el último de la raza de los Usher."











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